EL
ODIO AL ÁRBOL EN CANARIAS.
Domingo
Afonso.
El
autor, Ingeniero Agrónomo, y portavoz de la Promotora de la ILP Ley
Canaria de Protección del Arbolado Urbano argumenta la necesidad de
proteger “por ley” al arbolado, basándose en el odio al árbol
existente en Canarias y la nula protección en zonas urbanas.
En
Canarias se puede percibir un odio atávico al árbol, especialmente
si está cerca de nuestra vivienda, de nuestro cercado o simplemente
nos quita la vista del amanecer.
Los
recuerdos de mi infancia carrizalera están llenos de árboles
callejeros que ya no existen, árboles en los que nos cobijamos del
solajero para jugar, árboles a los que trepábamos y palmeras de
dónde intentábamos coger támaras a pedradas.
Casi
todos esos maravillosos árboles ya solo viven en mis recuerdos,
fueron cayendo uno a uno por diferentes motivos pero un factor en
común: el odio al árbol.
Los
árboles han sido talados sin piedad porque “las raíces se meten
en las casas”, “levantan las aceras”, “ocultan a los
drogadictos y delincuentes” y otras decenas de justificaciones.
Un
amigo edil de una ciudad canaria de mediano tamaño, amante de los
árboles, me dice que se ha encontrado en su ciudad 32.000 árboles
“mal ubicados” que hay que “gestionarlos” y que recibe más
de 2000 quejas de vecinos al año para que se talen o poden árboles.
Canarias
cuenta con un patrimonio botánico único, como nuestros dragos o las
hermosas palmeras canarias, presente en las más importantes avenidas
del mundo por su porte y belleza, sin embargo, ni los habitantes ni
las autoridades tienen conciencia del valor sagrado de una palmera,
todos los días en nuestros pueblos y ciudades algunas palmeras son
taladas o trasplantadas a lo bestia.
La
mejor manera de ganar votos es arrancando árboles. En nuestros
pueblos y ciudades las autoridades municipales ordenan arrancar
árboles sin tino porque molestan, como si fueran mala hierba y
siempre hay una excusa para arrancarlos, nunca una razón para
plantarlos.
Herman
Hesse dijo “Los árboles son santuarios. Quien quiera que sepa
escucharlos experimenta la verdad”. Nosotros debiéramos aprender
de ellos la relación con la tierra, con las raíces, con el humus de
donde venimos y también con el planeta.
Lo
que esta claro es que en la mayoría de las culturas ancestrales el
hombre ha venerado al árbol desde siempre, convirtiéndolo en todas
las culturas en símbolo básico; tal como recoge en su obra “El
legado de los árboles” de Fred Hagener.
Me
pregunto si los canarios, por nuestros orígenes bereber llevamos en
nuestro ADN un gen arboricida, un gen que nos pone en alerta cuando
tenemos un árbol cerca, preferimos todo “azulejiado”, despejado,
de estas manera sentimos la seguridad que sentían nuestros ancestros
en el desierto que dominaban perfectamente; o ¿Viene ese desprecio
tal vez de los colonizadores españoles? No lo sé.
Yo
mismo estuve a punto de mandar a talar la hermosa palmera que
acompaña este artículo “por si se caía sobre la casa”, por
ello le pido perdón y me comprometo a intentar descubrir si mi gen
arboricida es de origen bereber o español.
La
emergencia climática que estamos viviendo y la enorme polución en
las ciudades convierte a cada árbol en un baluarte, un tesoro. Un
árbol adulto está oxigenando nuestras calles, reteniendo la
polución y captando toneladas de C02,
por ello, talarlo o reducirlo a un bonsay con podas drásticas estará
prohibido con nueva Ley de Protección del Arbolado que estamos
promoviendo.
Los
árboles urbanos nos conectan con la naturaleza silvestre a través
de los pájaros que los habitan y sombrean nuestras calles.
La
sociedad canaria necesita leyes para autoprotegerse como la Ley de
Tráfico o la Ley de Violencia de Género y con esta ILP vamos
también a autoportegernos de nuestras tendencias arboricidas y dar
herramientas a los ediles para que que digan “NO es NO”.
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